Se trata de un arte de anzuelo que desde embarcación se lanza o larga a favor de la corriente para evitar que se enrede y se deja pescar un tiempo, pasado el cual el barco se acerca de nuevo a recogerlo. Según se va subiendo el palangre se van desenganchando los peces manualmente y se va colocando metódicamente el aparejo en cestos o cajas.
Consiste en un largo cabo principal o madre del que cuelgan sedales más cortos rematados por un anzuelo. La madre se une con un cabo vertical, del que cuelga por un extremo una piedra grande para estabilizarlo en el fondo y por el otro una boya, generalmente señalizada con un banderÃn para facilitar su localización. La altura a la que se sitúan los anzuelos, el modo de distribuirlos y la carnada con la que se ceban van a determinar la especie que se pesca además, claro está, de la zona en la que se largue el aparejo.
Para merluza y besugo se utilizan los de piedra-bola, que alternan plomos y boyas cada cierta distancia para colocar anzuelos a diferentes profundidades. Para especies como la lubina se usan palangres de superficie, en los que la lÃnea principal está al ras de agua, ya que se eliminan los plomos. Para pescados como el congrio el palangre es de fondo, ya que es ahà donde habitan.
Las especies pescadas con este arte por lo general permanecen muy poco tiempo en el aparejo y se despescan con sumo cuidado, con lo que la calidad de su carne es excelente.
En ocasiones podrás ver las cajas o cestos con el aparejo en el puerto, con todos los anzuelos clavados perfectamente ordenados en su borde, a la espera de ser encarnados para la siguiente jornada.