Los pobladores de estas tierras abiertas al Cantábrico han aprovechado los recursos de la mar desde tiempos inmemoriales.
Fueron al parecer los vascos los que ya en la Edad Media trajeron a esta zona la caza de ballenas, propiciada, probablemente, por la existencia de atalayas o zonas elevadas desde donde podían divisarlas con facilidad, por la abundancia de madera para fabricar embarcaciones y por marineros con el suficiente coraje. Existen contratos entre las casas señoriales y cazadores vascos ya en el siglo XVII, con especial importancia en Tapia de Casariego y Puerto de Vega. De estos inmensos mamíferos marinos se aprovechaban sus huesos, barbas y parte de su carne, pero fundamentalmente se fundía su grasa para transformarla en aceite, el llamado “saín”, utilizado para iluminación.
En torno a sus puertos se desarrollaron astilleros de renombre y una actividad marina mercante de cierta intensidad. En Viavélez hubo un tiempo en el que convivía la pesca artesanal con la exportación de maderas; los mayores del lugar aún recuerdan cómo en el puerto se almacenaban toneladas de troncos, y en Puerto de Vega llegó a instaurarse incluso una aduana de cierta envergadura.
La pesca en estas costas se ha practicado ancestralmente de manera artesanal, con familias dedicadas a este oficio generación tras generación.
Los hombres salían a la mar en pequeños botes de remo y vela y a su regreso las mujeres, aquí llamadas pescantinas, cargaban el pescado que transportaban en barreños o cestos de hasta 30 kilos, que acarreaban a pie sobre su cabeza hasta pueblos del entorno, donde lo vendían o lo intercambiaban por productos del campo.
Fueron numerosos los oficios que se desarrollaron en torno a la pesca, como los carpinteros de ribera o las rederas, verdaderas especialistas en coser y remendar las redes a mano.
El sector se profesionalizó con la constitución de los llamados gremios de mareantes, que posteriormente darían lugar a los pósitos y a las actuales cofradías de pescadores.
La mejora de las embarcaciones y la introducción de nuevas artes que permitían mayores capturas, tuvieron su reflejo en la instalación de numerosas industrias de conservas y salazones, que daban trabajo a buen número de personas.
A finales del siglo XX la pesca tuvo un gran impulso y con la aparición de motores de gasoil y barcos de mayor tonelaje, se intensificaron los esfuerzos y aumentaron las capturas.
Hoy día la pesca mantiene una actividad de importancia en la Comarca, con 4 cofradías activas y 5 conserveras que proporcionan un importante número de puestos de trabajo. Lo que no se puede medir es la influencia que tiene en el encanto y carácter auténtico de sus pueblos y sus gentes.
¡Anímate a vivirlo!